Me ha pasado algo triste…nada grave, pero triste…
…algo que me ha hecho pensar, en la suerte que he tenido de nacer en la época en la que lo hice…
Veréis, hace unos días, tuve que hacer una sesión de fotos, a unos niños integrantes de un club deportivo de deportes adaptados, y la sesión fue en una piscina. Muy a mi pesar, sobre todo por el tema artístico, en la piscina no estábamos solos, si no que había más gente pertenecientes a otros clubes y tambien usuarios de la piscina que iban por libre, pero bueno, una se adapta a todo, y quebrándome un poco más la cabeza, al final se consiguen fotos aceptables. La cosa es que, una vez finalizada la sesión, cogí mi mochila y me dirigí al vestuario para secarme un poco y cambiar el bañador por la ropa interior…llevaba colgada la cámara así en plan bandolera, y la mochila sobre un hombro…abrí la puerta del vestuario, entré, giré la esquinita de las taquillas y entonces sucedió…una veintena de ojos me taladraron, una veintena de miradas intensas me escudriñaron, una veintena de miradas llenas de desconfianza y miedo me hicieron sentir como si hubiera doblado la esquina con un rifle de asalto, dispuesta a volarle la cabeza a todo bicho viviente…me sentí pequeña, muy pequeña…me sentí avergonzada, abochornada y con la imperiosa necesidad de demostrar que no era la enviada del mal…ese vestuario estaba lleno de madres con sus hijas pequeñas…continué avanzando por el vestuario tratando de hacer ver que era una profesional y no una perturbada malévola, que venía a fotografiar a sus hijas en paños menores, para enviarlas directamente a una red de pederastia…busqué la esquinita mas vacía y alejada que había, y coloqué mi cámara a una distancia de mi, lo suficientemente grande como para que volviera la tranquilidad al grupo de progenitoras…pero no volvió…todas me miraban y vigilaban, no me quitaban ojo. Pasados unos minutos, una niña que había a mi lado me preguntó… «¿para que traes la cámara?»…en ese momento vi el cielo abierto, vi una vía por la que transmitir tranquilidad y sosiego a ese grupo de madres, así que aproveché para, en voz alta, muy alta, lo suficientemente alta como para que me escucharan todas ellas, explicar el porque llevaba una cámara…no quedaron muy convencidas, así que terminé de vestirme rápido, y me fui.
En el camino de regreso a mi casa, no pude parar de pensar en el tema…sentía una mezcla de coraje y tristeza…coraje por haberme hecho sentir así…por sentirme así porque, ¿¿por qué me había sentido así, si era obvio que mi conciencia estaba bien tranquila?? Pues no lo sé, pero la realidad es que mi sensación fue, en todo momento, la de estar haciendo algo malo…y tristeza, mucha tristeza por ver como algo tan maravilloso, como es fotografiar a niños, se había convertido algo peligroso y sucio. Por primera vez se me quitó de la mente el pensamiento recurrente que tengo en estos casos, un pensamiento de rechazo a la sobreprotección materna y paterna de los últimos años, y a las tonterías y pamplinas que tienen algun@s padres y madres con sus hij@s…no, en esta ocasión me acompañó un sentimiento de comprensión y empatía y pensé…
… «que asco de mundo»…
Que asco de mundo, porque todo lo bueno y maravilloso, lo convertimos en despreciable, malo escabroso, porque como norma general, el ser humano emplea todas sus fuerzas y energías en estropear las cosas, y porque todo se vuelve perverso y malicioso, en lugar de caminar hacia lo emotivo y afectuoso.
No pude evitar recordar…empecé a recordar como en mis videos caseros, aparecen padres, madres y niños de fondo, mirando a cámara y saludando…recordar como padres y madres le pedían a mi madre que fotografiase a sus hijos…recordar la inocencia de mi madre al fotografiar a sus alumn@s, llegando a tener en su jubilación un archivo fotográfico precioso, de toda su vida profesional…recordar la cantidad de videos que nos hacían en el colegio sin permisos ni temor alguno por parte de nuestros padres…recordar la naturalidad con la que nos fotografiaban en la ducha con el culete al aire…
…recordar la sencillez de las cosas…
Y no pude evitar pensar tambien, en como ha cambiado todo, y en como se ha desvirtuado ese cambio…hemos pasado del clásico teléfono rojo con marcación de rueda, a la era de la información y el conocimiento, a la revolución digital, a la aparición de un mundo fascinante lleno de ideas, pensamientos y sentimientos…un mundo lleno de velocidad e inmediatez que nos facilita la vida increíblemente, pero que la maldad humana, se ha encargado de destrozar de manera contundente, porque es precisamente esa velocidad e inmediatez la que se ha usado para, escudándose en el anonimato de la red, utilizar para fines malévolos…es precisamente la esencia de internet, la que nos hace vivir aterrorizados ante un mal uso de nuestra imagen o la de nuestros hijos.
He de admitir, que personalmente soy bastante tranquilona con este asunto, no me preocupa lo más mínimo los peligros que acechan al otro lado de la pantalla, pero si es verdad, que tengo y debo entender, a aquellas personas que si lo tienen presente, aunque tampoco pueda evitar, esa mezcla de sentimientos, cada vez que padezco las consecuencias de dicho miedo.
Así que bueno, con este batiburrillo de ideas que me asaltó la cabeza, hice todo el camino de regreso a casa, sin poder quitarme del pensamiento, que aunque sé que no es bueno vivir en el pasado, no puedo evitar sentir, que mi época, en determinados aspectos, fue mucho mejor.
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